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Construir la Comunidad bajo el impulso del Espíritu de Jesús
Reflexión del P. Cassià M. Just al Grupo de Servicio de la Comunitat de Jesús. Montserrat, 26 de julio de 2002
Venimos de la dispersión. La misión de Jesús (como dice Juan 12, 52) es la de reunir a los hijos de Dios dispersos. La limitación humana tiende al enfrentamiento, a la separación. Sólo el Espíritu de Jesús nos libera de Babel y nos conduce a "un solo corazón y una sola alma", fruto de Pentecostés. Es la tarea que debemos retomar cada día, sin desfallecer nunca, hasta llegar a la plenitud de la Jerusalén del Cielo.
Comunidad cristiana quiere decir, pues, comunidad por Jesucristo y en Jesucristo. Y los que la formamos nos pertenecemos mutuamente en Jesucristo y por Jesucristo. Nos encontramos y nos necesitamos gracias a Jesucristo. Él nos ha escogido desde la eternidad y nos ha unido para la eternidad. Todos somos mediadores de salvación cuando participamos de la misión del Único Mediador, Cristo Jesús. "Él es nuestra paz" (Ef. 2) En Él ya no hay ni esclavo ni libre, judío o griego, hombre o mujer. Como comunidad pertenecemos a Jesucristo. Somos en Él. Somos su Cuerpo. Se ha hecho uno de nosotros para hacernos partícipes de la vida trinitaria.
Para construir comunidad cristiana no nos basta sólo la psicología y sociología. El principal actor es siempre el Espíritu Santo. Él es el único que desde el fondo del corazón nos enseña a amar al estilo de Jesús. Cf. y Tes. 4, 9 p. 16. Pablo afirma: "No hace falta que os escriba sobre el amor fraterno, puesto que Dios mismo os ha enseñado a amaros los unos a los otros". ¿Cómo? Infundiendo su Espíritu en nuestros corazones.
Es a partir de estas convicciones fundamentales que os hago unas propuestas para ayudaros en el desarrollo de vuestra misión de servicio dentro de la Comunidad de Jesús.
1.- ¡No olvidéis nunca que es el mismo Señor Resucitado quien os ha hecho suyos a través de la elección de los hermanos y de las hermanas de la Comunidad para confiaros el servicio y la animación de la Comunidad, que es suya, antes de todo, y vuestra consecuentemente! Ante los problemas, las tensiones y pruebas que pueda pasar la Comunidad pensad que el Señor Jesús la ama y la cuida con una intensidad inigualable. No desfallezcáis. Confiad siempre. Reflexionad sumergidos en la oración. Siempre seréis escuchados.
2.- Dad prioridad al despliegue positivo y generoso del carisma fundacional, a pesar de que os preocupe la solución de los problemas inmediatos. No os refugiéis en las cuestiones secundarias para no tener que afrontar las prioridades vitales.
3.- Consecuentemente, velad para mantener una atención lúcida, constante y creativa sobre la animación espiritual y cultural de la Comunidad. Salid de la rutina.
4.- Procurad que los hogares y las personas encuentren medios que los ayuden a madurar humanamente y cristianamente. He observado que muchas de las tensiones internas de las comunidades tienen su raíz en la carencia de madurez personal y en la falta de aceptación de uno mismo. Como consecuencia, hay una tendencia a dar la culpa de las propias frustraciones a los otros, una negativa al diálogo en profundidad y desequilibrios afectivos (fracasos en la vida de pareja..., depresiones).
5.- Velad para que todos los miembros se sientan acogidos, valorados y queridos. Y, consecuentemente, implicados de tal manera en la vida de la Comunidad que lleguen a considerarse miembros activos y responsables y lo sean realmente.
6.- Es importante que veléis por el dinamismo de los diálogos comunitarios. Que no queden secuestrados por unas pocas personas, sino que se fomente tanto como sea posible la participación de todos.
7.- Cuidad de manera especial a los miembros más débiles, más enfermizos, más pecadores. No los abandonéis en la cuneta. Amadlos cómo haría Jesús. Como equipo y también en plan individual procurad ver los aspectos positivos de cada persona y de cada acontecimiento. No deis nunca a nadie por perdido definitivamente. A menudo encontramos desfallecimientos más psicológicos que morales. No tengáis recelo, en este caso, de solicitar (de acuerdo con el interesado, naturalmente) la colaboración profesional de especialistas en la materia. Da muy buenos resultados la colaboración discreta (sin pisar competencias) entre un seguimiento espiritual y la intervención del psicólogo o del psiquiatra.
8.- Tened presente la graduación en la conversión y en el crecimiento humano y espiritual de las personas. No queméis etapas. Sabed esperar la hora de Dios. Respetad el ritmo interior de cada persona.
9.- Me imagino o intuyo que el hecho de ser una comunidad poco institucionalizada tiene sus ventajas evidentes, pero también ciertos riesgos. Por una parte, todavía conserváis por la proximidad con el fundador una cierta frescura y creatividad, pese al momento de orfandad espiritual que experimentasteis tras su muerte. Por otra parte, pueden surgir enfrentamientos o vacilaciones en la interpretación del carisma fundacional, en su aplicación o con respecto a nuevas situaciones. Personalmente, no soy partidario de demasiadas normas. Las mínimas para establecer los procedimientos para abrir el diálogo y para asignar las atribuciones de los diversos servicios.
10.- Recibir un servicio comunitario como el vuestro es una gracia no sólo para el bien de la comunidad, sino también como estímulo para el crecimiento personal. Representa para vosotros una atención constante y amorosa a todo lo que Dios os quiere decir a través de los hermanos y de las hermanas de la Comunidad. Y es un estímulo muy fuerte a entrar sin reticencias en un camino de intimidad y entrega total al Señor y a su Reino de amor y de salvación para todos.