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Por SIC el 6 de abril de 2011
Nazaret ayer…Nazaret hoy… Los 2000 años de historia que nos separan de la Sagrada Familia no nos permiten conocer perfectamente cómo era Nazaret ayer, y todo esto, a pesar de las investigaciones y hallazgos arqueológicos tan interesantes que se han realizado. Pero el interés esencial de Nazaret no es sólo eso, sino comprender cómo a través de la fe es posible seguir hoy el ejemplo de la vida oculta de Jesús en Nazaret, cualquiera que sea el entorno y el contexto en el que nos encontramos.
Hermano Eugenio Alliata: “La ciudad de Nazaret es pequeña, pero es muy famosa. Y se ha hecho conocida gracias a Jesucristo, el Hijo de María; gracias a su presencia escondida en Galilea. Jesús no hizo milagros en Nazaret, ni grandes predicaciones en este lugar, sino que vivió como cualquier joven junto con su familia, en espera del momento elegido por Dios para comenzar su misión. Esta situación es una situación en la que todo hombre puede sentirse, de alguna manera, unido. Porque todos tenemos una misión encomendada por Dios, pero no siempre estamos llamados a hacer explícita esta misión con gran proclamación. Al contrario, a menudo, somos llamados a vivir nuestra misión en la humildad de las pequeñas cosas, tal como lo hicieron Jesús y María por mucho tiempo”
Mons. Giacinto-Boulos Marcuzzo: “Una cosa muy interesante es lo que se llama la “espiritualidad de Nazaret”. Es una espiritualidad que fue muy difundida sobre todo por el ahora beato Carlos de Foucauld, que como se sabe vivió tres años aquí en Nazaret y aquí conoció la verdadera conversión, fue renovado y fue positivamente consternado por el descubrimiento del espíritu en Nazaret, de la espiritualidad de Nazaret, o como se dice, de la gracia de Nazaret. ¿En qué cosa consiste esto? Consiste en el simple hecho, pero extraordinario, de que Jesús compartió nuestra vida cotidiana, de trabajo, de familia, de oración, de relaciones sociales… Pero el hecho de vivir esta vida cotidiana durante 30 años, lo transformó, lo preparó, lo hizo maravilloso y le dio una dimensión sobrenatural, lo purificó. Es este el descubrimiento que hizo Carlos de Foucauld, un descubrimiento que también nosotros podemos hacer, que todos los peregrinos podemos hacer. Porque si vivimos nuestra vida ordinaria de familia, de trabajo, hecha de rutinas y sucesos banales, toda la vida ordinaria se vuelve maravillosa, sobrenatural y divina, porque la vivimos con Jesús de Nazaret, según el espíritu evangélico”.