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Carlos de Foucauld, sacerdote, hermano de Jesús y hermano de todos

 

Hemos oído hablar de Carlos de Foucauld a través de la presencia de los Hermanitos de Jesús, de las Hermanitas de Jesús, de las Hermanitas de Nazaret, de la fraternidad sacerdotal y de la fraternidad secular. ¿Cuál es el secreto de este hombre que sigue reuniéndonos actualmente?  Sencillamente, es el secreto del hombre que aceptó vivir según el Evangelio, en obediencia al Padre, en la fe en Jesucristo y amando a la humanidad.  Es como esta mujer que abrió su frasco de perfume y lo derramó sobre la cabeza de Jesús; los que estuvieron presentes no comprendieron el auténtico sentido de lo que ella acababa de hacer y lo consideraron como un malgasto de dinero. Pero Jesús le dijo “Yo os aseguro: dondequiera que se proclame la Buena Nueva, en el mundo entero, se hablará también de lo que esta mujer ha hecho para memoria suya".(Mc 14,3-9)

La presencia de Jesús en la Eucaristía o en el anuncio de la Palabra no es sólo la presencia de Jesús sino también de su Cuerpo.  También, cuando citamos uno u otro de los amados de Dios, citamos además todo el Cuerpo de Cristo y nadie, ni las puertas de infierno pueden separarlo de Él.

El otro secreto de este hombre es que nos pertenece. Porque recibió una gracia de Dios y esta gracia nunca es para una persona por ella misma sino que es para la construcción de todo el Cuerpo, sin importar si el cuerpo está en Oriente o en Occidente.   Carlos de Foucauld nos pertenece porque se convirtió a partir del contacto con los Musulmanes. Ellos nos muestran la importancia de nuestra vocación porque “el Líbano es más que un país, es también un mensaje”.

Voy a iniciar la charla que me han pedido hablando de su sacerdocio. Es evidente que el hermano Carlos fue un hermano de Jesús y hermano de todos. Pero antes voy a comentar su sacerdocio, ya que pasó varios meses sin celebrar la Eucaristía, el sentido que tuvo para él y como lo vivió en fraternidad.

 

1. La llamada.

“Nadie se otorga la dignidad de ser un gran sacerdote sino el llamado por  Dios" (Heb 5, 4). Carlos fue llamado durante su exploración de Marruecos, a vivir entre la gente, como ellos, pobre como los pobres, “en la miseria y se exigió mucho más de lo que le exigía el voto de pobreza”. (Duveyrier). Entonces experimentó la hospitalidad y le impactó el ver cómo rezaban los musulmanes: “El Islam produjo en mí un profundo impacto… Ver esta fe, la fe de estas almas que vivían continuamente en la presencia de Dios, me hizo percibir algo más grande y más auténtico que las ocupaciones mundanas. Me puse a estudiar el Islam y luego la Biblia” (Carta a Henri de Castries, 8/7/1901).

Pero su conversión se llevó a cabo en el seno de su familia francesa que lo acogió sin juzgar su pasado. Esta aceptación le llevó a empezar a cuestionarse y a buscar a Dios seriamente.  Sobre todo el ejemplo de su prima María, de la que escribe en uno de sus Retiros en Nazaret: “15/11/1897”.

La hospitalidad, la oración de los musulmanes, la vida de familia y esta presencia amorosa y respetuosa del ejemplo de los otros contribuyeron a la conversión del hermano Carlos y fueron los elementos constructores de su vocación, junto con la oración que repetía con frecuencia: “Dios mío, si existes, haz que te conozca”. Dios es un misterio que podemos descubrir en la medida que se revela en nosotros; sólo Dios puede revelar a Dios.

 

2. La espiritualidad de Nazaret 

La vida escondida en Marruecos ayudó al hermano Carlos a abrirse y a comprender la vida escondida de Jesús en Nazaret: “Jesús tomó el último lugar y nadie se lo podrá quitar”. Cierto que Carlos oyó esta palabra de Jesús: “Allí donde yo estoy, allí está mi servidor”. Oyó cómo Jesús llamó a sus discípulos a seguirlo, él que vino no a ser servido sino a servir, él que estuvo entre los servidores y que, en la víspera de su Pasión lavó los pies de sus discípulos y les invitó a hacer lo mismo. Celebrar la Eucaristía es una gran maravilla pero esta celebración no será nunca total si no hacemos como Jesús que vino a servir y a sacrificarse por la multitud.

En Nazaret Carlos descubrió “la vida humilde y escondida de Jesús obrero” (Carta del 12/4/1897). Quiso esconderse siguiendo el ejemplo de su Maestro y vivió en la Trapa, en Nazaret y luego en el desierto de Argelia, buscando la soledad.  Dios le había tomado de la mano y le conducía a descubrir “la vida de Nazaret”,  no lejos de los hombres, formando parte de su sociedad, ofreciendo lo que tenía y recibiendo lo que ellos le ofrecían.

No cabe la menor duda que la forma en que su familia le acogió y supo respetar sus convicciones y su proceso fueron importantes en su elección de la vida escondida para anunciar el Evangelio, no por medio de la palabra y de las discusiones sino por su vida: “Si este hombre es tan bueno, ¿no lo será más su religión?”   Esta bondad no pretendía ser una estrategia para atraer al otro sino un acto de respeto hacia el otro y de la presencia de Dios en el otro. Además, los musulmanes, ¿no estuvieron presentes en el inicio de su conversión?

 

3. Cuida de mis ovejas 

Pedro declara su amor por Jesús y seguidamente Jesús le pide que cuide de sus ovejas y le dice: “Cuando eras joven, tu mismo te ceñías, e ibas a donde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará a donde tu no quieras" (Jn 21). Con estas palabras Jesús indica de qué manera Pedro va a morir y va a dar gloria a Dios. Y Jesús le dice: “Sígueme”.

Cuando Simón envejece le ofrece la vida. Pero viejo no quiere decir mayor. Los responsables de las comunidades se les llamaba ancianos o sacerdotes, como ahora. Cuando Pedro es responsable de la parroquia de Cristo dirá adiós al descanso. No podrá vivir según su propia voluntad sino según las necesidades de su parroquia. Cuando pierda una oveja irá a buscarla sin tener en cuenta el tiempo que hace, ni si habrá que tomar una dirección que no le gusta. Sólo le interesa una cosa: encontrarla y devolverla. Irá hacia la oveja, no hacia donde le lleve su deseo.

Lo mismo lo vemos en el hermano Carlos. Quiso la soledad para ser eremita en el desierto, solo con Dios, vemos como se dirige hacia el pueblo del desierto, compartiendo su vida: “No tengo ni un instante para mí. Las visitas, los pobres, los esclavos no me dejan ni un solo momento. Cada día lo mismo, llegan pobres y enfermos”. “Interiormente no me reprocho de no tener tiempo suficiente para la oración ni para las cosas puramente espirituales”. “Percibo en mí el paso de la vida contemplativa a la vida del santo ministerio. Percibo que me dirijo hacia ello por la necesidad de las almas”.

Pero no se para allí, sino que va hacia los más alejados: “Ir especialmente hacia las ovejas perdidas, los pecadores, los malos; no dejar a la oveja perdida y permanecer en el redil con las 99 ovejas fieles”.

El hermano Carlos tenía un corazón de pastor y la vida de "soufi". Y aceptó ir donde no deseaba. “Vivo el presente … mientras pueda permanecer útil a este país y no tenga quien me sustituya, permaneceré aquí … porque es un lugar que necesita de alguien”.

Lentamente Carlos discernía la voluntad del Padre y supo que no debía alejarse de la gente: “Es el amor lo que debe recogerte en mí interiormente y no la lejanía de mis hijos. Vedme en ellos, como yo en Nazaret, vive cerca de ellos, perdido en Dios”.

El hermano Carlos abandona su tranquilidad y escribe en su Directorio: “Ni hábito, como Jesús en Nazaret; ni habitación lejos de lugares habitados sino cerca de un pueblo, como Jesús en Nazaret; no menos de 8 horas de trabajo manual u otro, pero mejor manual, como Jesús en Nazaret”.

 

4. Con el fin de ser un gran sacerdote, fiel y lleno de bondad en su servicio ante Dios

En la carta a los Hebreos se habla del Hijo que vino en ayuda de los descendientes de Abraham y no de los ángeles:  "Por eso tuvo que asemejarse en todo a sus hermanos, para ser Sumo Sacerdote, fiel y misericordioso en lo que toca a Dios en orden a expiar los pecados del pueblo. Pues, habiendo sido probado en el sufrimiento, puede ayudar a los que se ven probados". (Heb 2, 14-18)

Jesús fue como nosotros excepto en el pecado, mientras que el hermano Carlos tuvo que aprender a ser un hombre entre los hombres, a adoptar su cultura, su lengua y su forma de vida. Tuvo que experimentar el pecado que permite comprender a los pecadores y aceptarlos en su debilidad, y a la vez, que pone una distancia entre el hombre y su hermano y coloca un obstáculo entre ellos. Por ello,  los sacerdotes del Antiguo Testamento presentan sacrificios por los pecados propios igual que por los del pueblo (Heb 5, 2-3).  Sólo Jesús es santo y no como los demás sacerdotes; no tiene necesidad de ofrecer sacrificios (Hb7, 26-27).   El sacerdote cristiano y el hermano Carlos con él, se reconoce pecador y sabe que tiene necesidad de la misericordia de Dios. Además sabe que existe un solo sacerdote, Cristo, que manifiesta su servicio sacerdotal a través de su servicio. El sacerdote, aunque es débil, es lugar de salvación a Cristo. Lo expresaba el hermano Carlos de esta manera: "Mantengamos la esperanza, porque Jesús vino a salvarnos. El buen Pastor volverá para llevar a las ovejas de la onceava hora lo mismo que los de la primera.  No tiene límite en su bondad ni en su poder".

Cuando nosotros descubrimos nuestra debilidad dejamos de juzgar a los débiles. Cuando sufrimos,  nuestra presencia no molestará a los que sufren sino que será fuente de esperanza  y de fuerza.

 

5. La Eucaristía del hermano Carlos 

El hermano Carlos cree en la presencia de Jesús en la hostia, lo que explica la importancia que daba a la adoración y a la Eucaristía.  Él vivía lejos, en el Sahara, con los tuaregs y estaba obligado a no celebrar la Eucaristía, a veces durante un mes. “Antes veía el Infinito, el Santo Sacrificio; por otra parte lo finito, y todo lo sacrificaba siempre a la celebración de la Santa Misa. Pero este razonamiento tiene que fallar por algún lado; pues, desde los apóstoles, los más grandes santos, han sacrificado en ciertas circunstancias, la posibilidad de celebrar la misa a trabajos de caridad espiritual” (Carta a Monseñor Guerin, julio de 1907).

A partir de aquí vemos que la misa o la Eucaristía del hermano Carlos eran las personas con las que vivió, hasta transformarse lentamente en Eucaristía.

 

a)      Las personas, una hostia 

En Rom 15,16 leemos: “Llevo a cabo un servicio sagrado de Anunciar la Buena Nueva de Dios, a fin de que la ofrenda de los pueblos paganos sea agradable a Dios, santificada por el Espíritu Santo".

A partir de este texto vemos que el servicio sacerdotal se hace no sólo únicamente a través de un servicio de los sacramentos sino también por el servicio de la fe y del anuncio de la palabra de Dios que da la vida y la fe. Este servicio se realiza en espíritu de acción de gracias a Dios e invocando al Espíritu Santo.  Entonces los que reciben la Palabra de Dios son también hostia, Cuerpo de Cristo resucitado.  Jesús es la imagen del Servidor de Dios que se entrega para llevar a cabo la voluntad divina y dar vida al mundo. Jesús, el servidor,  es ejemplo para cada servidor de la Buena Nueva, como Pablo, el hermano Carlos y los demás. Cuando el servidor da su vida con Cristo, acepta convertirse en hostia con la Hostia, y en su ofrenda, ofrece a todos con los que intenta vivir su misión.

El hermano Carlos fue un servidor del Evangelio y lo anunció con su manera de vivir, con su amistad y fraternidad con todos y con lo que hemos llamado más arriba “espiritualidad de Nazaret”.

 

b)      El servicio social 

El hermano Carlos se implantó en medio de la gente del Sahara, compartió sus condiciones de vida, sus penas, buscó ayudarles por todos los medios posibles: sus amigos franceses, los miembros de su familia. Se interesó por su cultura, su patrimonio intelectual y trabajó sobre su lengua durante años.

Su lucha más dura fue contra la esclavitud: “No podemos permanecer como perros mudos o pastores indiferentes”. El hermano Carlos veía a Jesús en estas personas en situación de esclavitud: “Lo que hacéis a uno de estos pequeños a mí me lo hacéis” … Qué palabra más grave. No se necesita comentarla sino creerla y ver que cualquier bien que se pueda hacer a un hombre y no se hace, es a Nuestro Señor que no se le hace, porque es un miembro de Jesús, una porción de Jesús. No le dejemos pasar sin darle aquello de lo que necesita, sino es a Jesús a quien hemos dejado pasar de largo.

Únicamente por amor el hermano Carlos pasó horas ante el Santo Sacramento y es este mismo amor que lo llevó a comprometerse con la liberación de los esclavos, en quienes Jesús sufre y muere cada día.

 

c)      El hermano Carlos convertido en Eucaristía 

El hermano Carlos vivió en la Trapa y fue testigo de las masacres de los Armenios mientras que sus hermanos y él fueron protegidos por su nacionalidad europea; él deseó compartir este mismo destino pero se consideró indigno de ello. En Nazaret escribió “Piensa que debes morir mártir, despojado de todo, caído en tierra, desnudo, inconocible, cubierto de sangre y de heridas, muerto de forma violenta y dolorosa, y desea que sea hoy”.

Un obispo sirio, mártir en 110 después de JC deseaba ser devorado por las fieras salvajes con el fin de ser una ofrenda agradable a Dios “Prepararse sin cesar al martirio y recibirlo sin ninguna defensa, como el Cordero divino, en Jesús, para Jesús, como Jesús, por Jesús”. Y en una oración escribió: “Mi Señor Jesús dijo que no existe  mayor amor que dar la vida por los que se ama, yo deseo con todo mi corazón dar la vida por vos y os lo pido con insistencia. Pero que no se haga mi voluntad sino la vuestra. Os ofrezco mi vida, haced de mí lo que os plazca.”

De la muerte del hermano Carlos ha habido muchas discusiones: ¿debemos considerarlo como un mártir o murió por motivos políticos? Personalmente lo considero como un mártir en nombre del Señor por las siguientes razones:

·        Obedeció a la voluntad de Dios y por ello  fue una ofrenda agradable a Dios;

·        Vivió unido a Jesús, por lo que es evidente que murió en comunión con Jesús;

·        Deseó desde el fondo de su ser ofrecer su vida a Dios, y aunque vivió una vida ordinaria, ello no quita valor para nada a la ofrenda de su vida.

Termino con este escrito del hermano Carlos en Nazaret:

"Sea cual fuere el motivo por el que nos matan, si nos llega una muerte injusta y cruel como un don bendito de vuestra mano, si os lo agradecemos como una gracia dulce, una imitación bienaventurada a vuestra muerte, si os la ofrecemos como un sacrificio ofrecido de buena voluntad, si no nos resistimos a obedecer a vuestra palabra, -"no os resistáis al mal"- según vuestro ejemplo, entonces, sea cual fuere el motivo por el que nos matan, morimos de puro amor, y nuestro amor os será un sacrificio muy agradable, y si no es un martirio en el sentido estricto de la palabra a los ojos de los hombres, lo será a vuestro ojos y será una imagen perfecta de vuestra muerte ...

porque si no hemos ofrecido, en este caso, nuestra sangre por nuestra fe, la habremos ofrecido, de todo corazón por vuestro amor."

 

Conferencia del Padre Youcef Assaf, en ocasión del 1º de diciembre

Harissa - Líbano, 27 de noviembre de 2004