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Testimonios¿Quiénes son las Hermanitas de Jesús?Las
conozco desde que era estudiante, es decir, desde la noche de los tiempos
– franquismo y chabolas, religión de estado y curas obreros, ejecutivos
del Opus y emigrantes- cuando vivían al lado de la Estación del Norte,
luego en Vallecas, las chabolas junto a la N-IV, Orcasitas ... las
conozco, en realidad, poco, porque el trato humano posible en esta ciudad
desquiciada y supersónica está marcado por la fugacidad, porque de vez
en cuando cambian de destino – yo también, aunque vuelvo -, porque soy
escandalosamente despistado y el trato tradicional de “hermanita” no
facilita el aprenderse los nombres...en fin, porque así es la vida en
esta villa tan atrozmente democrática que nos trata a todos fatal, sin
excepción, seamos inmigrantes o madrileños, hombres o mujeres, blancos,
negros o amarillos. Las conozco poco en el sentido de que
sé pocas cosas personales de ellas, pero al mismo tiempo es como si las
conociera mucho, tal vez porque nunca han defraudado la confianza que su
vocación, su carisma o lo que sea suscita en quien las trata. Y no es sólo
porque a cualquier hora encuentro su puerta abierta y, si es el momento,
un sitio en la mesa, es más que eso. Quien las encuentra sabe lo que son.
No hay disimulos. Están con los pobres, sin dejar de estar con todos los
hombres. Aceptan vivir la limitación, sin cerrarse a lo que es distinto,
a lo universal. Pero ahora, para mí, es más que eso, a pesar de que
precisamente ahora tengo muy pocas ocasiones de tratarlas. En esta época dura y cerrada que nos
toca vivir, marcada por la ostentación, el egoísmo consumista –ahora
le llaman “liberalismo”-, la vulgaridad, el afán de poder y el
llamado pensamiento único – único, tal vez porque se le puede
encontrar tanto por la derecha como por la izquierda-, una época que
produce tanto sufrimiento y lo esconde bajo los concursos televisivos, que
envenena el alma con tanta violencia, apenas disimulada, que ya no sabemos
donde tenemos el corazón ni la cabeza...precisamente en esta época es un
regalo poder acogerse al asilo espiritual de alguien que sitúa a la
persona por encima de cualquier otra cosa: me considero afortunado al
poder ir a disfrutar del silencio de su casa y dejar que el Salvador,
siempre presente en la Eucaristía, repare mi espíritu destartalado. Sí, somos afortunados los que podemos “acogernos a lo sagrado” así, lo mismo que se acogían a sagrado los delincuentes o los perseguidos en épocas pasadas y quedaban protegidos por la gracia del Señor, como era entonces de ley. Desearía que mi vida fuese más paciente y tranquila, que cada cosa tuviese su momento oportuno, que todo fuese más equilibrado y pleno, más libre de veneno, tentaciones y conflictos, desearía encontrar en cada esquina un hogar espiritual...Este hogar, en realidad deberíamos llevarlo cada uno en nuestro propio corazón, pero fracasamos una y otra vez, olvidamos la Presencia que llevamos dentro....¡Qué suerte poder al menos “acogernos a sagrado” y, en el peligro, “esperar a que pase la calamidad”, como dice el salmista! Que duren mucho las Hermanitas y que multipliquen sus casas para refugio y aliento de todo indigente, cuando hay tantos sitios “sagrados” con horario de oficina o cerrados con llave. Y que sigan siendo presencia entre los pobres y “fermento en la masa”, aun en esas regiones de frontera del espíritu, donde no se puede hablar de la fe ni de la Iglesia, donde fracasan los sesudos planes de pastoral, pero donde no se puede impedir que la sal sepa salada, por la gracia de Dios. Incluso cuando las masas quieren emular a los ricos y cegarse con el consumo, que su sal no pierda su sabor, que sean lo que son. R..Castroviejo (periodista)
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