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Había pequeñas piedras de la playa de Barcelona en la capilla de la Fraternidad de las hermanitas de Nazaret en Gante. Me sorprendió este pequeño detalle, tan discreto, que hacía presente Cataluña a tantos kilómetros de distancia. No fue la única sorpresa. Llovía cuando llegamos el viernes a casa de las hermanitas invitados a comer, pusimos a prueba su capacidad de acogida. Uno no deja de preocuparse cuando desembarca en casa ajena con los hijos, en medio de un grupo numeroso, con aquella prudencia innata que hace que pienses que quizás agobiarás los anfitriones. Cuando vi la sonrisa de Paula, de Elsi, de las hermanitas que viven en Gante al recibimos pensé: "parece que no las conozcas"... Su capacidad de acogida, de hacerte sentir como en casa, de reírse contigo, de preocuparse por los detalles, de interesarse por cosas de tu vida que no recuerdas haberles explicado, hacen que te des cuenta que tienen los ojos abiertos, muy abiertos.... Que hacen que aquello que es extraordinario parezca normal.
El día de la fiesta, el domingo 15 de agosto festividad de la Virgen María, el sol brillaba en Gante, como si no se quisiera perder ningún detalle.. Dentro de la Iglesia dónde íbamos a compartir con innumerables amigos el gozo de la consagración de Elsi y Sabine, los ojos intentaban transmitir al cerebro con suficiente rapidez todo aquello que iban captando, queriendo asimilarlo...El cuidado a los niños, preparando una mesa para que pintaran durante la celebración, los innumerables encuentros que suceden en cualquier fiesta... La alegría y la trascendencia de la celebración que tenían un punto culminante en unos cantos que ponían la piel de gallina....
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En el momento de la consagración me fijé en la cara de felicidad del resto de las hermanitas que habían venido de todas partes del mundo, para compartir con Elsi y Sabine aquel momento trascendental. De pie, en círculo alrededor del altar, escuchando las palabras de la responsable, sintiendo el "sí" rotundo de ellas a su compromiso...me imaginaba los pensamientos que debían pasar por su cabeza y los recuerdos..... Para acabar, la voz de Josep Dalmases, secreto bien guardado y regalo en forma de canción, que hacía presentes a todos los hermanos de Comunidad representados por los que tuvimos el gozo de asistir.
Después, por la tarde, en un inmenso patio de escuela reconvertido en comedor improvisado y preparado por la fiesta, las veías multiplicarse en atenciones para todos los invitados, preocupadas, como siempre, de que todo el mundo estuviera cómodo y como en casa, y por que no decirlo, tratándonos con una deferencia a veces abrumadora. La fiesta duró toda la tarde. Se bailó, con buena voluntad y no sé si demasiada ortodoxia, sardanas a petición de las hermanitas, nuevo homenaje a la tierra donde vive ahora Elsi, y nos enseñaron las danzas típicas de la tierra, divertidas y trepidantes. A última hora de la tarde, el cielo se quiso sumar al homenaje y cayó una tormenta de verano para refrescamos, preludio de la despedida, ya solos con los más íntimos alrededor. Quiero desde aquí agradecer a las hermanitas la oportunidad de haber compartido con ellas su gran celebración.
Jaume París.