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La Iglesia de Argelia “puede ser un punto de partida para el diálogo con el Islam”
Un opúsculo recuerda a los 19 mártires asesinados entre 1994 y 1996, de los cuales dos son agustinas misioneras españolas
Madrid, 1 junio 2006 (IVICON).- Las agustinas misioneras Esther Paniagua Alonso y Caridad Álvarez Martín fueron asesinadas en Argelia el 23 de octubre de 1994. Ellas son las dos españolas de los 19 mártires con que cuenta la Iglesia de Argelia, que murieron entre 1994 y 1996, todos ellos religiosos y religiosas. Doce años después de su muerte, un opúsculo recoge el testimonio de su entrega, con el título “La sangre del amor. Mártires de Argelia (1994-1996)”.
Se trata de Henri Vergès, de los Hermanos Maristas; Paul-Hélène Saint-Raymond, de las Pequeñas Hermanas de la Asunción; Esther Paniagua y Caridad Álvarez, de las Agustinas Misioneras; Jean Chevillard, Alain Dieulangard, Charles Deckers y Christian Chessel, de los Misioneros de África (Padres Blancos); Jeanne Littlejohn y Dense Leclercq, de las Hermanas de Nuestra Señora de los Apóstoles; Odette Prévost, de las Pequeñas Hermanas del Sagrado Corazón.
Entre los 19 mártires están también los siete monjes trapenses del monasterio de Tibhirine (Christian de Chergé, Luc Dochier, Christophone Lebreton, Michel Fleury, Bruno Lemarchand, Celestin Ringeard y Paul Favre-Miville) y el obispo de Orán, monseñor Pierre Claverie, que pertenecía a la Orden de Predicadores (Dominicos) y fue asesinado el 1 de agosto de 1996.
El folleto recuerda que todos ellos “eran siervos apasionados de la Iglesia, de Argelia y de su pueblo, donde habían tejido muchas amistades”. En este sentido, “ellos son un icono bellísimo de la Iglesia de Argelia: pequeña, compuesta sólo de unos pocos millares de fieles, dispersos en cuatro diócesis: Argel, Orán, Laghouat y Constantina-Hipona”.
Heredera de San Agustín, de San Cipriano y de Tertuliano, la Iglesia de Argelia “vive en la pobreza porque, habiendo perdido toda su potencia social y su fasto, vive de amor y de servicio”. De este modo, “purificada y sin ambiciones, puede ser un punto de partida para el diálogo con el Islam”.
Así, la pequeña Iglesia de Argelia es consciente de vivir de una misión profética, “la de crear para mañana el clima de diálogo más tranquilo entre la fe cristiana y la fe musulmana, con la certeza de que todos somos hijos de Dios, obra de sus manos, y que los hijos acabarán por reconocerse como hermanos”.