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Charles de Foucauld
Fragancia y Luz del Evangelio
Por Jose Luís Vázquez Borau[1]

 

En cada momento de la historia el Espíritu Santo suscita personas, de carne y hueso como nosotros, para que sean «fragancia y luz del Evangelio» y  nos ayuden a seguir los pasos de Jesús. Son una prueba evidente de que el Espíritu Santo continua actuando en medio de nosotros, pues seres humanos, con sus pecados y  miserias, son transformados, por el amor de Dios, en seres generosos capaces de dar la vida por sus hermanos, dejándose conducir por el mismo dinamismo interior que animaba a Jesús de Nazaret. Este es el caso de Charles de Foucauld que fue beatificado el pasado 13 de noviembre en Roma junto con dos hermanas religiosas: María Pía Pastena (1881-1951), fundadora de las hermanas del Santo Rostro y María Crocifissa Curcio (1877-1957), fundadora de las hermanas carmelitas misioneras de santa Teresa del Niño Jesús.

Quisiera recordar brevemente ahora alguno de los momentos de gozo vividos en Roma con motivo de la beatificación del hermano Charles, tratar de los aspectos más significativos de su vida y ver qué testamento nos deja para seguir viviendo el Evangelio en medio de las circunstancias de nuestro tiempo.

Un momento particularmente especial de la beatificación fue la «vigilia de oración» el sábado por la tarde en el monasterio de Tre Fontane, lugar dónde, según la tradición, murió San Pablo. Hermanas y hermanos venidos de todos los rincones del mundo nos reunimos para dar gracias a Dios por el don de la vida del hermano Charles.

Quisiera comentar que esperaba que viniese gente pero no una «multitud de gente». Fue una sorpresa o un regalo de Dios el poder constatar con los propios ojos, que pese a que en el hoy concreto de cada día los hermanos y hermanas de Foucauld viven inmersos entre los más pequeños y abandonados del pueblo intentando ser «levadura en la masa», pasando inadvertidos como Jesús en Nazaret, por un momento al encontrarse tantas personas reunidas que viven de la misma fuente, fue un motivo intenso para dar gracias a Dios.

Al día siguiente, en la basílica de San Pedro, tuvo lugar la Eucaristía, concelebrada por 65 cardenales y obispos, entre ellos el cardenal Camillo Ruini, obispo vicario de Roma; el cardenal Polycarp Pengo, arzobispo de Dar-se-Salamos; monseñor Andre Vingtrois, arzobispo de París; monseñor Vincent Landel, arzobispo de Rabat (Marruecos); y monseñor Maroun Elias Nimeh Lahham, obispo de Túnez. Tras la celebración eucarística en la que el prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos leyó la carta apostólica papal en la que inscribía a estos tres siervos de Dios en el catálogo de los beatos, el pontífice Benedicto XVI vino a la Basílica para venerar sus reliquias. A continuación, dirigió unas palabras de saludo a los peregrinos que llenaban por entero la basílica y la plaza, entre quienes había algunos tuaregs del desierto del Sahara, con sus vestidos azules y su turbante blanco. Hablando en francés, dio gracias a Dios por el testimonio del padre de Foucauld diciendo que «a través de su vida contemplativa escondida en Nazaret encontró la verdad de la humanidad de Jesús, invitándonos a contemplar el misterio de la Encarnación. Descubrió que Jesús, vino para unirse a nosotros en nuestra humanidad, invitándonos a la fraternidad universal, que vivió más tarde en el Sahara, dándonos ejemplo del amor a Cristo (…). Como sacerdote –añadió-, puso la Eucaristía y el Evangelio en el centro de su existencia».

Algunos datos biográficos

Charles de Foucauld nació el 15 de septiembre de 1858 y murió asesinado el 1 de diciembre de 1916 con poco más de 58 años. Se puede decir que estaba en la etapa de madurez de su vida. Ya a los 43 había iniciado su opción fundamental instalándose en Beni-Abbés, en el corazón del Sahara argelino, donde se da cuenta que hay una muchedumbre de personas por evangelizar y un ministerio muy importante que realizar. Pero durante los años que pasa en este oasis del desierto va experimentando una nueva transformación. Rompe con su autoimpuesta clausura. Acepta con sencillez los acontecimientos que van en contra de lo que siempre había creído que era la voluntad de Dios y se deja llevar por las circunstancias, que son manifestación de la voluntad divina. Así, esta obediencia a cada instante le conduce a los tuaregs,  instalándose en medio de ellos el año 1905 en Tamanrasset.

El padre Foucauld ha sido un testigo privilegiado de la experiencia de Dios en medio del mundo. Se ha creído que su presencia en la ermita del Asekrem, el punto más alto de las montañas del Hoggar, o en Tamanrasset, fue un retiro, como antaño hicieron los Padres del Desierto, pero fue todo lo contrario: partió para vivir la vida de Nazaret con los nómadas más aislados, por ser este un lugar de tránsito de las caravanas, que ofrecía grandes ventajas para las relaciones con los tuareg, a los que hospedaba estableciendo relaciones de amistad.

Once años convivirá con ellos, haciéndose uno de tantos, aprendiendo su lengua, sus costumbres, etc. con ánimo evangelizador, aunque nada más sea realizando gestos de bondad. Así, resumiendo, Charles de Foucauld vivió dieciséis años en tierras argelinas, y especialmente once entre los tuaregs hasta que llegó su muerte como acto supremo de entrega a imitación de su hermano mayor Jesús de Nazaret. A nosotros ahora nos interesa señalar los rasgos esenciales de esta última etapa de su vida, para entresacar los nervios espirituales de su existencia, y, así, poderlos encarnar en nuestra realidad. ¿Cómo era su vida? Vida de oración; vida de trabajo, realizando una tarea lingüística inmensa; preocupación por el progreso espiritual y material de las personas con las que vivía; luchando contra toda injusticia; y, finalmente, lanzando un movimiento misionero universal hacia los más pobres y alejados de la Iglesia, que incluye a sacerdotes, religiosos y laicos, unidos «por la comunión de los santos», practicando allí donde se encuentren el «apostolado de la bondad» y asumiendo con la «paciencia de Dios» el desarrollo del misterio de la salvación[2].

Si hay una palabra que exprese mejor el mensaje de aquel que se dejó conducir por el Espíritu de Amor para realizar su misión concreta, es «Nazaret». Es una llamada a vivir el amor apasionado por la persona de Jesús en las situaciones comunes de la vida, como El, que vivió plenamente la relación filial con el Padre, viviendo en el seno de una familia, ejerciendo un oficio, morando en una aldea y caminando por las veredas de Palestina.

La misión del hermano Charles es hacer notar que Nazaret se puede vivir en cualquier situación, en la vida religiosa, en la vida de familia, solo o haciendo vida en común. No es una espiritualidad del desierto ni eremítica; es, por el contrario, una «espiritualidad de la relación» en sus dos dimensiones, la humana y la divina: relación de amor con Dios y relación de amor con las personas que compartimos la vida[3]. Es la imitación de la vida de Jesús, Jesús de Nazaret, que vivió, en medio de las relaciones interpersonales más comunes, una relación única con el Padre[4]. Jacques Maritain actualizaba de este modo el contenido esencial y común a todos los discípulos del hermano Charles, que es su testamento: «Vuestro papel profético consiste en afirmar existencialmente el valor primordial de la proclamación del amor de Jesús a todas las personas, no ya por los grandes medios visibles, sino por el medio invisible o casi invisible de la simple presencia de amor fraternal en medio de los pobres y de los abandonados»[5].

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[1] José Luis Vázquez Borau (Barcelona 1946), profesor y escritor. Miembro de la Familia espiritual del hermano Charles de Foucauld a partir del año 1972. Ha vivido en diferentes Fraternidades: Francia, Italia, Argelia, Suiza y España. El año 1978 entró a formar parte de la Unión-Sodalidad Charles de Foucauld, la única asociación creada en vida por el mismo Foucauld. Entre los libros de espiritualidad foucouldiana que ha escrito, se pueden destacar: Charles de Foucauld, Fundación Mounier, Madrid 1999; Charles de Foucauld y la espiritualidad de Nazaret, BAC, Madrid 2001; Volver a Nazaret guiados de Foucauld y Luis Massignon, PPC, Madrid 2004; y Consejos evangélicos o Directorio de Charles de Foucauld, BAC, Madrid 2005. Finalmente, ha traducido del francés al castellano el libro de J. F. Six, El Testamento de Charles de Foucauld, de la Editorial San Pablo, Madrid 2005.

[2] Quien desee profundizar más en los últimos años de su vida lo puede hacer leyendo los  libros ya citados: El Testamento de Charles de Foucauld y Consejos evangélicos o Directorio de Charles de Foucauld.

[3] Para profundizar en esto se puede ver el libro ya citado de Volver a Nazaret guiados de Charles de Foucauld y Luis Massignon.

[4] Cf. R. LOURIDE, El cristianismo en el Norte de África, Mapfre, Barcelona 1993, 234-235.

[5] Fragmento de una conferencia dada por Jacques Maritain a los Hermanos de Jesús el año 1964, cuando vivía con ellos en Toulouse.