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Extractos de los escritos del hermano Carlos

CONVERSIÓN

 

Dios mío, si existís, hacédmelo conocer”.

(Carta del 14 de agosto 1.901)

 

Carlos de Foucauld: foto de la época de su conversiónCarlos de Foucauld: foto de la época de su conversión

 

 

Carlos de Foucauld y Dios… ¿Quién buscó a quién? Un camino apasionante que nos puede dar pistas para el nuestro.

La conversión de Carlos de Foucauld fue sumamente sorprendente. Aunque hubo un momento culminante en la Iglesia de San Agustín, en París, éste vino precedido por un largo camino tejido de insatisfacción, juergas, aventuras, y preguntas profundas. Poco a poco fue descubriendo cómo Dios lo acompañaba mientras él se alejaba de Él. Si Carlos buscó a Dios, Dios lo buscó aún más. Esta búsqueda mutua puede volverse un proceso apasionante para nosotros, pues nos desvela algo de nuestra historia personal con Dios. Quien camine por estos escritos podrá encontrar la ternura y la proximidad de un Dios que no deja de llamarnos.

 

Un joven que necesita más vida y movimiento…

 …”prefiero aprovechar mi juventud viajando; de esta manera me instruiré y no perderé el tiempo.”

 (Carta a Gabriel Tourdes, 2 agosto de 1878)

 

La vida de antes:

 "[…] permanecí doce años sin negar nada y sin creer nada, desesperado por la verdad, sin creer ni siquiera en Dios. " (Carta a Mme. de Bondy, 17 abril 1892)

 

"Nunca creo haber estado en tan lamentable estado." (Carta a Henry de Castries, 14 agosto 1901)

 

El camino hacia la conversión

 "El islam produjo en mi un cambio profundo… "(Carta a Henry de Castries, 8 julio 1901)

 

"Y el testimonio silencioso de un alma bondadosa, dulce… Búsqueda incesante, petición al P. Huvelin de clases de religión… "(Carta a Henry de Castries, julio 1901)

 

"Todo se juntó para empujarme a Ti." (Retiro en Nazaret, 8 de noviembre 1897)

 

“Tú me dabas esa vaga inquietud de una mala conciencia que, por dormida que estuviera, no había muerto del todo. Nunca he sentido esa tristeza, ese malestar, esa inquietud como entonces, Dios mío; esto era, pues, un don tuyo. ¡Cuán lejos estaba yo de sospecharlo!” (Retiro en Nazaret, 8 de noviembre 1897)

 

"Mientras estaba en París (...) una gracia interior extremadamente fuerte me impulsaba: empecé a ir a la iglesia, sin creer, no me encontraba bien más que allí, y pasaba largas horas repitiendo esta extraña oración: "Dios mío, si existís, haced que yo Os conozca." (Carta a Henry de Castries, 14 de agosto de 1901)

 

"Yo pedía lecciones de religión, me hizo arrodillar, confesarme y a continuación me mandó comulgar…“ (Retiro en Nazaret, 8 noviembre 1897)

 

La conversión es cosa de un instante y a la vez se desarrolla en el tiempo.

 "Y después, Dios mío, ha sido una cadena de gracias crecientes… (...) el tierno y creciente amor por Vos, mi Señor Jesús, (...) La búsqueda de una vida conforme a la vuestra (...) (Retiro en Nazaret, 8 noviembre 1897)

 

 ¡Dios, qué bueno eres!

 "La turbación del alma, la angustia, la búsqueda de soledad, la oración: ‘Dios mío, si existís, hacédmelo conocer’ Todo ello era obra vuestra." (Retiro en Nazaret, 8 noviembre 1897)

 

"¿Por qué medios, Dios de bondad, me has hecho conocerte…?" (Meditación en Nazaret, 1897)

"¡Qué bendito día!… ¡Qué bueno eres! ¡Qué feliz soy! "(Meditación en Nazaret, 1897)

"No sé cómo no desfallecer ante tanta misericordia…" (Meditación en Nazaret, 1897)

 

"Qué bueno eres, Dios mío, por haber roto todo alrededor de mí, por haber anulado cuanto me habría impedido dedicarme a ti solo..."(Notas de un retiro en 1897)

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