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Hermano Carlos

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Hacia la canonización del hermano Carlos

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Hermanitas de Jesús

Me han pedido un pequeño escrito en nombre de las Hermanitas de Jesús, pero no es esta mi intención, porque creo que hay tantas maneras de reaccionar a la noticia de la canonización del Hermano Carlos como Hermanitas existen en el mundo… Voy a hablar por mí…

se reconozca en Carlos de Foucauld uno de los paradigmas de una nueva forma de situarnos como discípulos y discípulas de Jesús en este cambio de épocaEstoy en la Fraternidad hace muchos años, desde el pos-Concilio, y lo que me atrajo fue la figura de Carlos de Foucauld, tal como la descubrí en algunos libros y en el testimonio de unas hermanitas que conocí por casualidad. Estaba enamorada de la persona de Jesús y deseaba seguirle en la vida religiosa, pero no sabía dónde… al conocer al Hermano Carlos intuí que había en él una trayectoria de verdad evangélica, de las bienaventuranzas, donde la contemplación de la Encarnación me llevaba de la mano a compartir mi suerte con la de los más pobres y marginados. Y esto me pareció concretizar de manera bien clara las orientaciones que acabábamos de recibir del Concilio Vaticano II.

Por esto me decidí por la Fraternidad. Mi vida ha sido de altos y bajos, con mucha fragilidad y bastantes huidas, pero con la presencia (muchas veces apenas presentida) de este Jesús descubierto en la juventud, y que ha continuado acompañándome por los caminos del mundo.

Hoy Carlos de Foucauld es reconocido “santo” oficialmente por la Iglesia. ¡No es que no lo fuera ya! A mi casi me gusta más como “santo de la puerta de al lado” que como “santo en los altares”... Las canonizaciones en general me dejan un poco fría. Pero me sorprendo a mí misma alegrándome de verdad con esta celebración, por lo que el “nuevo santo” representa:

Creo que es muy importante para toda la Iglesia actual, tan amenazada de retrocesos y de cierre sobre sí misma, que se reconozca en Carlos de Foucauld uno de los paradigmas de una nueva forma de situarnos como discípulos y discípulas de Jesús en este cambio de época: maravillado por la cercanía de Dios, por lo concreto de la Encarnación (Nazaret), precursor de una nueva forma de evangelización por la presencia y la amistad, tejedor de relaciones impregnadas de un profundo respeto por cada ser humano, de cualquier pueblo, cultura, religión… En resumen: un hombre clave para una Iglesia en salida.

Josefa Falgueras

Hermanitas del Sagrado Corazón

Hay santas y santos a quienes todo el mundo cree conocer, por el mero hecho de haber leído alguna frase o de haber escuchado contar ciertos episodios de su vida. Ocurre, por ejemplo, con santa Teresa y su célebre adagio: “Entre los pucheros anda el Señor”; o con san Francisco de Asís, que se revolcó desnudo en la nieve para luchar contra la carne y sus tentaciones. El día que nos aventuramos a acercarnos de verdad a estos personajes descubrimos que no sabíamos casi nada, aparte de esos clichés que circulanen las tradiciones y en las redes.

Tomando por modelo el misterio de la Visitación, Carlos de Foucauld permanece en el desierto pero va más allá del desierto, por su deseo de ser hermano universalCon Carlos de Foucauld sucede algo muy parecido. Su nombre evoca inmediatamente la oración de abandono, la imagen del desierto y la vaga idea de una conversión tumbativa precedida por una juventud tumultuosa. Ahora que el papa Francisco ha decidido canonizarle, quince años después de que fuese beatificado en 2005, puede ser una buena oportunidad para profundizar en la vida en el mensaje de este nuevo santo. Recordemos que una canonización no es una con decoración póstuma que coloca en los altares a un creyente extraordinario, sino una humilde señal en la que toda la Iglesia está invitada a leer algún rasgo particular de Cristo y del Evangelio.
 
El itinerario interior de Carlos de Foucauld atraviesa parajes muy diversos, pero se dirige siempre en la misma dirección: Jesús de Nazaret, a quien Carlos desea ardientemente imitar, primero de forma literal (en la pobreza radical de la Trapa o como criado de las clarisas en Tierra Santa) y después de maneras cada vez más encarnadas, sencillamente como “hermano” entre los tuaregs y los militares franceses en Argelia. Seducido por el misterio de la vida oculta de Jesús en Nazaret, Carlos se dejará conducir al desierto del Sáhara, no para aislarse del mundo, sino para compartir con los últimos el tesoro que ha transformado su existencia
 
El hermano Carlos descubre una razón fundamental para “salir” de sus proyectos de vida eremítica: la “mayor utilidad” a los demás. “Me quedaré, o iré acá o allá, según sea más útil a las almas”, dirá en 1903. Por ello, si en Beni Abbés acoge en la fraternidad a todo el que llega, en las etapas siguientes, y hasta el final de sus días, será él mismo quien se ponga en marcha hacia el encuentro del otro. Este deseo de llegar a los que están más lejos es el motivo que le impulsa a la construcción de la ermita del Asekrem, razón por la cual afirmará en 1910: “Mis ermitas se multiplican. Este año he tenido que agrandar la de Tamanrasset y construir una nueva en el Asekrem, en plena montaña; esta última era indispensable para entrar en contacto con las tribus que no veo jamás en Tamanraset”.
 
Tomando por modelo el misterio de la Visitación, Carlos de Foucauld permanece en el desierto pero va más allá del desierto, por su deseo de ser “hermano universal” y por el “apostolado de la bondad” vivido cotidianamente en el contacto con una cultura y con una religión muy diferentes de las suyas. De esta forma, se convierte sin saberlo en precursor de la nueva evangelización, marcada por la salida hacia las periferias, el compromiso de todos los bautizados, el carácter sinodal, el diálogo interreligioso y el testimonio de vida. “Lo que haría más falta aquí –decía Carlos de Foucauld en 1908–, más que misioneros empeñados en seguir sus métodos ordinarios, sería mucha gente valiente, buenos cristianos de todas las profesiones, que entraran en contacto estrecho con los indígenas por los mil actos de la vida cotidiana”. Allí donde se han derrumbado los grandes discursos, el mundo espera creyentes audaces, dispuestos a entrar en todos los contextos para anunciar por medio de la vida diaria la alegría del Evangelio, con la mirada fija en Jesús.
 
Eso es, seguramente, “lo que haría más falta aquí”, y la figura de este nuevo santo podrá servir de inspiración a toda la Iglesia.
 
Margarita Saldaña Mostajo

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